¡Hola, queridos amigos!
Hoy venimos a hablar de un par de conceptos que aprendemos cuando estudiamos la maravillosa pedagogía Montessori. A priori pueden resultar algo complejos de entender, pero una vez que los interiorizas tienen todo el sentido del mundo: la normalización y las desviaciones, de las que hablamos hace poco también aquí en las redes.
El término normalización, que introdujo la propia Maria Montessori en su filosofía educativa, proviene del terreno de la antropología, materia en la que la dottoressa también se licenció.
Breve contexto histórico para comprender la normalización y las desviaciones en el desarrollo
Cuando el 6 de enero de 1907 Maria Montessori empezó a trabajar en la primera Casa de Niños, (Casa dei Bambini, como se dice en Italiano) lo hizo a través de un proyecto que tenía el ingeniero Eduardo Tálamo en el que pretendía rehabilitar distritos pobres de las afueras de Roma.
Así fue como llegó el barrio de San Lorenzo de Extramuros, encontrando mucha pobreza, delincuencia y prostitución. Empezó a crear centros de salud, bibliotecas y otros servicios para la población que vivía allí. Fue de esa manera como decidió crear una escuela en los bajos de un edificio.
Confió la dirección de este proyecto educativo a Maria Montessori, la cual empezó a aplicar allí sus métodos que había estado desarrollando con los niños “ineducables” del manicomio.
En esta ocasión había niños de edades mezcladas, fundamentalmente de entre 3 y 6 años. Sus padres pasaban todo el día trabajando y en lugar de estar ellos solos o en la calle era una buena idea darles una mínima educación. Si nos ponemos en el contexto de la época, hay que pensar que por aquel entonces no había alcantarillado y la higiene era muy muy pobre. Maria Montessori empezaba cada día revisando a los niños las uñas, el pelo… e incluso les bañaba una vez a la semana. Logró que poco a poco fueran responsabilizándose de su propia higiene y por tanto su salud también mejorase, al integran rutinas importantes como el lavado de manos, que hoy en día sabemos que es realmente importante para evitar la transmisión de enfermedades infecciosas.
Poco a poco estos niños empezaron a integrar estas rutinas y a manifestar un deseo enorme de aprender, y fue así como al poco tiempo comenzaron a leer y a escribir, frente a la sorpresa de todos, incluso teniendo padres analfabetos.
Fue así como sucedió lo que posteriormente se conocería como El Milagro de San Lorenzo, que Maria Montessori relata así:
Observaba lo que hacían los niños en el ambiente preparado. Algo nuevo, vivo, que rebasaba los estrechos límites de las investigaciones existentes… era un ambiente realmente adecuado para ellos. Personalidades de todo el mundo, al observar a los niños, hablaban de “niños convertidos”. Pronto se abrieron otras Casas de los Niños en todo el mundo.
Y este es precisamente el concepto de normalización. La manifestación de ese deseo innato de aprender, el trabajar con ganas y por el propio amor al trabajo y a la satisfacción de hacer las cosas bien, es decir, con motivación intrínseca, no esperando un “happy” o una carita feliz por parte de los adultos.
En realidad es una tendencia del Ser Humano, y ocurre cuando trabajamos adecuadamente en el ambiente preparado, así como en nuestro propio rol como adultos.
Hoy en día la escuela de San Lorenzo de Roma sigue activa y es casi un centro de peregrinación al que viajamos todas las personas a las que nos apasiona la pedagogía.
¿Qué quiere decir normalización?
Podemos definir la normalización como la conversión del niño o la niña en un miembro útil para la sociedad, es decir, que consiga el desarrollo de sus capacidades. Éstas no son exclusivas de algunos afortunados o superdotados; al contrario, las podemos encontrar en todos los miembros de la infancia. Son cualidades universales, puesto que todos los niños y niñas las llevan en su interior.
Durante sus más de 40 años de carrera, desde sus inicios en el barrio de San Lorenzo de Roma, siempre se maravilló de lo que lograban conseguir los niños, incluso denominándolo “la obra de los ángeles“. Nunca perdió la sorpresa ante las capacidades de la infancia y llegó a decir, en su libro La Mente Absorbente, que “la normalización es el resultado más importante de nuestro trabajo“.
En Montessori, comprendemos el proceso de normalización como un conjunto de tres pasos:
- La preparación de la actividad y los materiales para la misma, donde la mente se va activando de cara al ejercicio que deberá desarrollar.
- La interiorización de la actividad que se produce cuando el niño está lo suficientemente concentrado. Tradicionalmente, siempre ha sido el paso más valorado en todas las teorías docentes.
- El reposo de los conocimientos, el descanso. Cuando la actividad se ha realizado correctamente, aparece un gratificante sentimiento de satisfacción. Si bien forma parte del aprendizaje, este descanso tiene un valor extra: ayuda a forjar el carácter de la persona.
A un niño o niña normalizados los reconoceremos por su capacidad de concentración, por su autodisciplina o por la capacidad para desempeñar un trabajo con alegría. Si te fijas, todas ellas son motivaciones intrínsecas, le salen de dentro sin atender a ningún tipo de recompensa externa.
La infancia como el río que fluye
Para entender mejor esta explicación, recurrimos a una metáfora: imaginemos el desarrollo de criatura como un río. Si el cauce por el que discurre el río está limpio y no presenta obstáculos, el agua descenderá tranquila, sin alterar su rumbo. Por el contrario, si el cauce por el que debe discurrir el agua tiene barreras que dificultan su paso, el río buscará nuevos caminos: saltará por encima del obstáculo, lo esquivará fluyendo por fuera del cauce… Estos últimos casos en los que el agua no puede avanzar por su cauce normal es lo que llamamos desviaciones.
¿Cómo definimos las desviaciones en el desarrollo?
Las trabas en el desarrollo es lo que conocemos como desviaciones. El niño o la niña encuentran obstáculos externos que le impiden desarrollarse con plenitud. Normalmente, clasificamos las desviaciones en dos grupos:
Desviaciones promovidas por los adultos
Nuestro comportamiento como adultos que guían a la infancia no siempre es el más acertado. Lógicamente, podemos cometer errores, no debemos culparnos. Estos obstáculos se los interponemos a las criaturas con actitudes como la falta de atención, el exceso de intervención en sus rutinas o el afán por dirigir todas sus actividades, impidiéndoles concentrarse.
De este tipo de desviaciones provienen comportamientos durante la infancia como el exceso de apego, la pereza o la sumisión.
Para evitarlas, debemos reflexionar sobre nuestro rol de guías y revisar si el ambiente preparado está realmente bien diseñado. Puede provocar en el niño ausencia de actividades o un exceso de estímulos que sea contraproducente.
Desviaciones no promovidas por los adultos
En este caso, lo que provocan sus desviaciones son las reacciones humanas, que no necesariamente deben estar relacionadas con la labor de acompañar. Estas reacciones espontáneas son “pistas” que le dejamos al niño sobre lo que nos gusta o nos disgusta y vamos moldeando su comportamiento sin darnos cuenta.
Suelen ser desviaciones que afectan al carácter o a la autoestima y se ven reflejadas en problemas como complejos, ansias de poder, desobediencia, bloqueos emocionales o mentiras.
Los resultados de estas desviaciones se traducen en:
Fugas
Los niños no consiguen concentrarse. Aunque aparentemente estén constantemente haciendo cosas, no se implican en ninguna de ellas. Le veremos constantemente cambiar de actividad y usará los materiales para saciar un placer momentáneo, pero no para su verdadero fin. El verdadero papel que debería jugar el niño se “esconde” detrás de esta máscara de falsa actividad.
Barreras
El niño o la niña levanta un muro que le separa del entorno, no se permite a sí mismo mostrar sus verdaderas emociones, inhibe sus respuestas naturales. Se manifestarán en sentimientos como miedo, complejo de inferioridad o desobediencia.
Es cierto que si es la primera vez que te enfrentas a estos conceptos, son un poco complicados de entender, pero esperamos habernos explicado con cierta fluidez y habértelo puesto un poco más fácil.
Cuando explicamos estos conceptos en los cursos, a las madres nos remueve bastante, ya que a veces observamos este tipo de comportamientos en nuestros hijos y es entonces cuando nos invade la culpa. Pero no se trata de esto, sino más bien de comenzar un ejercicio de reflexión y análisis, ya que las desviaciones están causadas mayoritariamente por la sociedad en la que vivimos, y empezar nuestro propio camino de introspección para tratar de convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos con el foco de atención puesto en la infancia.
Tanto si eres familiar (madre, padre, abuela…) como si te dedicas profesionalmente a la educación y la docencia, en nuestro Diplomado Universitario Montessori tratamos a fondo estos conceptos. Son una parte fundamental del proceso, porque andar este camino supone una verdadera transformación. Es un programa de 6 meses de intensa formación que cuenta con el reconocimiento de dos universidades, la UDIMA en Madrid y la UNIVA en México.
Si quieres indagar más en estos conceptos, puedes encontrarlos descritos por la propia Maria Montessori en el libro El Niño, el secreto de la infancia, uno de los que más disfruté en mi formación como Guía Montessori.
Despedimos este artículo con este precioso vídeo en el que se puede ver el resultado de la normalización y la gran autonomía que puede desarrollar un niño con tan solo 18 meses, ¡es realmente fascinante!
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Buen día Miriam, quedé muy emocionada, conmovida con este artículo, ahora que comienzo ésta formación contigo me voy dando cuenta de muchas cosas que yo hago con mi hijo en la crianza y justo esto de las desviaciones me ha causado como bien dices un poco de culpa y de incertidumbre, me doy cuenta que aunque mi crianza va encaminada a ser respetuosa yo estoy limitandolo poniendole barreras, me di cuenta del porqué en este articulo y quisiera poder corregirlo, ya que veo a mi hijo que con cada actividad el bosteza como si le aburriera lo que hace incluso sin haber hecho o visto la actividad en cuestión. deseo que puedas apoyarme con ello, a lograr su máxima concentracion e interés en cada labor a realizar.
Mil gracias por tanta y tan linda información, como padres es lo que realmente necesitamos, aprender cada día, y como lo he dicho desde que me convertí en mamá: cuando dicen que no se estudia para ser padres, yo reafirmo que sí, sí se debe estudiar para ser padre porque es una gran responsabilidad y “hacerlo como Dios nos dió a entender” es una gran irresponsabilidad de nuestra parte y ahora gracias a la tecnología tenemos mucha informacion para capacitarnos solo es cuestion de comprometernos y de investigar un poco y llegar con las personas correctas y honestas, como tú que no nos vendan información equivocada que pudiera poner en riesgo la crianza o salud de nuestros peques. Me fascina tu trabajo! y esta pedagogía!