Muy buenas, amigos:
Hoy quiero desarrollar un tema sobre el que hablé en mis redes sociales la semana pasada y tuvo bastante éxito: ¿hacemos bien los adultos en obligar a pedir perdón a nuestros hijos e hijas?
Todos hemos dicho alguna vez la frase “¡Pídele perdón ahora mismo!” cuando nuestro peque o alguno de nuestros alumnos le ha causado un daño a otro. Es perfectamente normal, porque queremos enseñarle que no se puede herir (física o emocionalmente) a otras personas para conseguir lo que desea. Sin embargo, con esta actitud no estamos logrando exactamente el objetivo que pretendemos conseguir.
Obligar a pedir perdón: una frase vacía
Cuando exigimos al niño o a la niña que pida disculpas no le estamos enseñando realmente el valor de una disculpa sincera. ¿Entonces, qué sucede?
La criatura percibe en nuestra actitud y nuestra orden que estamos enfadados o disgustados por su comportamiento. Su conflicto con nosotros pasa a ser lo más importante, dejando en un segundo plano el daño que ha provocado en la otra persona.
En este momento, la frase “lo siento” o cualquier otra fórmula que utilicemos para pedir disculpas deja de ser un arrepentimiento sincero para convertirse en un “salvoconducto” para que dejemos de estar enfadados con ellos. Estará orientando su disculpa hacia nosotros para hacer desaparecer nuestro enfado.
Además, al forzarle a que pida perdón, su autoestima se estará viendo afectada. Esta frase solemos utilizarla en público, por lo que el niño o la niña experimentará una sensación de cierta humillación, ya que le estamos obligando a hacer algo delante de todos. Advertirá que no estamos escuchando su voluntad, sino que hacemos gala de un exceso de autoridad y le presionamos para que haga algo que quizá no quiera en ese momento.
Como conclusión, el efecto que pretendemos conseguir queda completamente enterrado y el niño pedirá perdón sólo para evitar una situación en la que se siente perjudicado.
La empatía: una de las claves para comprender el significado de una disculpa
Para poder pedir perdón de forma sincera, es necesario que comprendamos los sentimientos que hemos provocado en los demás y el perjuicio que les hemos causado. Para que estos dos requisitos se cumplan, hay un valor que necesariamente debemos tener interiorizado: la empatía.
Sin embargo, en los niños, esto no es tan sencillo como aparentemente puede parecer en los adultos. La empatía necesita de una madurez cerebral para poder desarrollarse y esto se adquiere con el progreso en el desarrollo infantil.
El psicólogo Martin Hoffman, uno de los más citados en artículos en todo el siglo XX, es uno de los principales investigadores sobre la empatía. En sus teorías, afirma que existen cuatro fases:
- Empatía global: se extiende durante los primeros meses de vida. El niño podrá distinguir emociones, pero el vínculo de unión con sus cuidadores es tan fuerte que no sabrá diferenciar si los sentimientos son propios o no.
- Empatía egocéntrica: cuando superan el primer año de vida, los niños ya son capaces de diferenciar si las emociones son suyas o son de otras personas. Sin embargo, no puede sentir la empatía tal y como la comprendemos nosotros. Todas sus respuestas estarán relacionadas con sus propios sentimientos. Por ejemplo, si ve a sus padres tristes, considerará que cantar una canción infantil será una buena forma de que vuelvan a estar alegres.
- Empatía con los sentimientos de los demás: ésta es la etapa que nos interesa en este artículo. Se alcanza entre los tres y los cuatro años de vida. Comienza comprendiendo las emociones más básicas en los demás (alegría, tristeza, dolor…). Ya no es sólo percepción, hay un principio de comprensión, de ser capaz de ponerse en sus zapatos. Ya podrá percibir el daño que le ha causado a otra persona y podrá mostrar un arrepentimiento más sincero. Conforme el niño o la niña prosiguen su desarrollo emocional, irán comprendiendo emociones más complejas como la decepción.
- Empatía con la desgracia de los demás: cuando se alcanza la adolescencia, ya desarrollamos plenamente el concepto de empatía. Comprenden que los sentimientos y las reacciones a los mismos no tienen por qué deberse a lo que sucede en el aquí y ahora, sino que entienden que cada persona tiene una vida y experiencia propia.
¿Qué conclusión sacamos del desarrollo de la empatía?
Principalmente, debemos entender que los niños no pueden sentir empatía antes de los 3 o 4 años. Por supuesto, estas marcas temporales dependen de cada niño. No es una ciencia exacta, sino que debemos entender y respetar los tiempos individuales de cada uno.
Así, cuando les forzamos a pedir disculpas, no comprenden lo que están haciendo. La frase para ellos tendrá un significado, pero no lo pueden sentir porque no han alcanzado la madurez suficiente. Será una fórmula vacía que repetirán para que los adultos y otros niños no nos enfademos, pero nada más.
¿Cómo podemos ayudar al niño a comprender el significado de la disculpa?
Si nos paramos a pensar, pedir perdón es un acto de reparación. Mostramos nuestro arrepentimiento sincero y reconocemos delante de la persona afectada que no hemos actuado bien.
En base a este arrepentimiento, podemos hacer lo siguiente para que el niño comience a practicar y desarrollar algo similar a la empatía:
Cuando haga algo mal que inflija un daño a otra persona, mantenemos la calma. Nos ponemos a su nivel para mantener una conversación y le explicamos que lo que ha hecho le ha causado un mal a la persona que tiene delante. Esto es importante, porque verá que sus actos tienen consecuencias sobre los demás y aprenderá a detectar las emociones ajenas.
Cuando ha comprendido esto, le ayudamos a que repare el daño que ha provocado: le podemos preguntar si se le ocurre alguna forma de solucionarlo, ayudarle dándole opciones y acompañándole en el proceso.
La empatía, además de un valor muy importante en la inteligencia emocional del ser humano, es una habilidad que necesitamos practicar. Por eso, hacerlo de esta manera desde una edad temprana, puede ayudar a iniciar el camino de forma correcta.
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Buenas, y muchas gracias por el artículo, me ha parecido que tiene gran valor.
Una profesora de mi hija de seis años la ha llevado a una clase de 4° de Primaria y la ha obligado a pedir perdón delante de toda la clase. La niña ha salido llorando del cole y ha estado disgustada toda la tarde y no querido ni cenar ¿Puede considerarse un acto de maltrato emocional? Muchas gracias