Alrededor de los 2 o 3 años de edad, se produce un cambio muy importante en nuestros hijos, que es el paso de dejar de ser bebé para empezar a ser niño. Comienzan a ser mucho más autónomos, (ya andan y comen solos, empiezan a hablar.. etc), pero lo más importante es que empiezan a ser conscientes de su individualidad.

RAbietas

Imagen cortesía de Morguefile

Comienzan a defender sus propias opiniones, necesidades y deseos, que no siempre coinciden con las preferencias de sus padres, y es en esos momentos cuando pueden desencadenarse las explosiones emocionales y las “rabietas”, (aunque es una palabra que no me gusta nada), o lo que algunos padres llaman como la época de los “terrible twos” o los temidos dos años.  Aunque a veces nos asusta, hemos de saber que es una etapa plenamente normal y muy necesaria en el desarrollo de nuestros hijos, además de una buena señal de que están sanos emocionalmente y que están avanzando hacia su madurez.

Terrible twos

En psicología esta fase se conoce como «crisis de oposición en la primera infancia» o “primera adolescencia“, (después hay otra “segunda adolescencia” hacia los cinco años”, así que hay que tomárselo con calma y serenidad.

Hemos de ser conscientes de que sobre los dos años el niño experimenta un gran desarrollo en todos los niveles:

  • tiene mayor coordinación psicomotora (camina, corre, trepa, sube y baja escaleras..)
  • mejora su psicomotricidad fina (ya puede comer por si mismo, dibujar, ponerse alguna prenda de ropa..)
  • puede comunicarse verbalmente y su vocabulario se expande rápidamente y puede construir las primeras frases para expresarse, (es la fase que María Montessori llama explosión del lenguaje)
  • adquiere la conciencia de su propio cuerpo, es capaz de diferenciar entre el «yo» y el «otro»
  • desarrolla su autonomía, y quiere además demostrarla haciendo las cosas por si mismo

 

Enséñame a hacerlo sin tu ayuda

Es la fase del clásico “no” a todo lo que le pedimos,  y eso puede desesperarnos a los padres, pero es el momento ideal también para comenzar a trabajar en los conceptos de libertad y límites, que también le proporcionan seguridad.

¿Por qué se producen?

Muchas veces las rabietas no son más que una expresión de necesidades que no saben expresar de otro modo, (necesito atención, estoy cansado, aburrido), ya que el lenguaje primario del niño es el llanto, y las rabietas están muy vinculadas a la frustración por la incapacidad de comunicar sus deseos. Si tuvieran más herramientas para poder expresarse y comunicar sus sentimientos las rabietas disminuirían. Desde que son pequeños podemos potenciar todas las formas posibles de comunicación, como por ejemplo la basada en signos y gestos, que es realmente útil para estos casos.

¿Cómo actuar?

1.Anticípate. Tu hijo no pasa de cero a cien en un minuto. Puede que a ti te lo parezca, pero seguro que antes de que se desencadene el conflicto se han producido señales previas. Si aprendes a identificarlas prestando atención a su comportamiento empezarás a detectar cuando algo no le gusta o empieza a enfadarse, así podrás revertir la situación antes de que explote. Generalmente lo único que reclaman es mayor atención de sus seres queridos.

2. Evita situaciones conflictivas. Seguro que puedes hacer una lista de lugares comprometidos donde puede suceder una rabieta: una sala de espera, una cola, un desplazamiento en coche, pasar delante de una juguetería, de una tienda de dulces.. etc En la medida de lo posible, puedes prever estas situaciones y tratar de evitarlas o hacerlas más amenas. Explícale con calma lo que es necesario y lo que no, siempre en tono sereno y respetuoso.

3. Ponte en el lugar de tu hijo y empatiza con él. Entiende que tu hijo no actúa así por fastidiarte ni por “llamar la atención”. Lo que está sucediendo no le gusta o no se siente cómodo, (quizá en la cola de un supermercado, en un lugar donde debe estar quieto), pero su madurez y su poca experiencia en el mundo no le permite entender que pronto pasará. Aún no sabe expresar lo que le pasa y se siente incomprendido y frustrado, es por eso que termina recurriendo al llanto y la pataleta.

4. No le ignores ni aísles. De esta forma no estás prestando atención a las necesidades del niño, y además le estás causando más frustración, rabia contenida y sensación de incomprensión y abandono. Piensa en que tu manera de resolver estas situaciones será crucial para su futuro. Es mucho mejor un abrazo que una reprimenda. Para que tu hijo se convierta en un adulto sano y equilibrado debe haberse sentido acompañado y respetado de pequeño. Así, sabrá expresar sus opiniones y deseos y defenderse de las injusticias.

5. Ofrece alternativas. Los padres no siempre podemos complacer a nuestros hijos como nos gustaría. Por ejemplo, puede que tengas que llevarle siempre a la compra contigo. Puedes planificarla haciendo una lista para tardar el menos tiempo posible, plantearle juegos mientras avanzas con el carrito por los pasillos proponle hacer otra actividad después que sea más de su agrado. Podéis hacernos mutua compañía: tu hijo te acompaña en lo que tú tienes que hacer y no le gusta, pero luego tú le acompañas al parque y juegas con él, así pasareis un agradable tiempo juntos relajado y divertido.

6. Nunca olvides que tú eres el adulto. A veces a nosotros también nos sobrepasan determinadas situaciones, sobre todo cuando estamos cansados, estamos mucho más irritables y tenemos menos ganas de aguantar lo que no nos gusta. Si a nosotros también nos cuesta no podemos esperar que a nuestros hijos les resulte fácil. Pero no debemos olvidar que somos su ejemplo y su modelo a imitar.

Mantén siempre la calma, respira hondo, dialoga con serenidad y respeto, y sobre todo, valida y acompaña los sentimientos de tu hijo.  El comprender que empieza a pensar por sí mismo y mostrar sus preferencias  e la mejor forma que puede te será de gran ayuda a la hora de abordar los conflictos del día a día. Aquí te dejo una preciosa cita del libro de Naomi AldortAprender a educar sin gritos, amenazas ni castigos“.

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